Si bien cada asador tiene su técnica, sabemos que si el fuego no prende, es un papelón.

Todo tiene un límite. Y realmente ver a los que se autodenominan asadores encendiendo el fuego con combustible, alcohol o pastillitas prefabricadas, es una vergüenza para la memoria de Martin Fierro.

Para el buen parrillero o asador, a la vez que prendió el fuego, el resto es ir acompañando la cocción con la atención que da la experiencia, buscando el punto justo según el gusto de los comensales.

Pero encender el fuego se convierte en un desafío, con variables que van desde la humedad de la leña, el piso, el viento o incluso si no tenemos un buen día o uno de los invitados es el típico metido.

Es por eso que te acercamos un modo infalible, práctico y con adeptos alrededor del mundo.

Dicen que si utilizamos este método una vez, ya nunca sufriremos incertidumbres y malos momentos como en el pasado.

En un paso a paso, les presentamos la técnica del volcán.

Niños y pantallas: ¿ya es hora de que tenga una Tablet?

Este método, conocido como “técnica del volcán”, recibe su nombre por su forma estética y su modo de encender, que surge desde el interior del carbón apilado cual pirámide y desde donde saldrá el fuego, como si fuera lava.

Es realmente sencilla y la podemos llevar a cabo en pocos y simples pasos:

Paso 1: Tomamos una botella y la envolvemos con aros de papel de diario. Se irá formando como una pila de círculos de papel que debemos procurar no esté húmedo.

Paso 2: Ya con nuestra botella recubierta, se coloca el carbón alrededor de la estructura, formando una pirámide o volcán. Tiene que quedar firme.

Paso 3: Es tiempo de retirar la botella y el papel que generó un círculo central, será quien contenga la pila de carbón que montamos. Ni se te ocurra dejar la botella para encender.

Paso 4: Prendemos fuego aparte con un fósforo o tira de papel. Ya con nuestra pequeña “antorcha” encendemos el aro. Algunos le vierten un poco de aceite de cocina previamente para que el fuego se mantenga encendido un poco más de tiempo.

Paso 5: Toda la torre de papel está encendida y estable. Es el momento de colocar carbón también en la parte superior o interna. No debemos taparlo por completo, siempre debe circular oxígeno en una combustión.

Paso 6: Esperar que el carbón se convierta en brasa. De allí en más empieza la magia del parrillero.

Esta técnica no falla, y por algo se ha convertido en un clásico. Es fácil y sin necesidad de trucos raros o herramientas extrañas.

Pero ¿qué pasa si, a pesar del volcán, se nos apaga el carbón?

Es verdad que mantener el carbón vivo cuesta. Y si la brasa se apaga, no comemos.

Es aquí donde uno pierde las formas, la elegancia, los formalismos y algo de la dignidad.

Hay que salvar la comida asada cueste lo que cueste. Siempre hay que tener un plan B, o plan Z como en estos casos.

No hace falta que los compartas con nadie y ojalá que nos los necesites, pero estos consejos o más bien “trampitas” pueden hacer la diferencia entre comer o no comer.

De última, podemos tomarlos como recursos de emergencia.

1- Salvame pan

Como dijimos, si vemos que se nos viene abajo la brasa, acerquémosle pequeños fueguitos artificiales. Por ejemplo, podemos formar bolitas de miga de pan embebidas en aceite común de cocina. Según los expertos, este método permite no solo unas pequeñas llamas manejables, sino también que el carbón cercano al foco ígneo, recargue algo de energía. Ideal para cuando nos faltaba un poquitito más o casi nada.

2- Siempre asegurar la combustión

No ahoguemos nuestro fuego ni nuestra brasa. En el caso del fuego, con la técnica que ya indicamos tendría que alcanzar. En el caso del carbón o brasa el tema es mantenerlo. Siempre aseguremos que la brasa reciba algo de aire, oxigeno, viento o lo que sea que permita que se mantenga roja. Esto nos dará el calor necesario para la cocción en parrilla.

3- Fuego no es brasa

Es cierto que muchos prefieren la leña al carbón. La brasa de leña tiene como otro espíritu, por así decirlo. Además el aroma es distinto. La madera es esencial en todo este proceso y que no nos de vergüenza ir a la frutería y pedir un cajón de manzana. Pero atención: salvo que cocinemos al asador o al resplandor como dicen algunos, el fuego no es brasa.

4- Cuando la emergencia es urgencia

Este consejo es casi vergonzoso, pero efectivo. Sugerimos utilizarlo asegurándonos que nadie nos ve. Si la brasa languidece, y nos vemos forzados, recurramos al secador de pelo, apuntando cual arma directamente a nuestro fuego y a nuestras brasas. No nos dará una solución prolongada, pero puede salvar la temperatura final de nuestra comida al avivar la brasa.

Por último, dos ayuditas extra que nos van a servir mucho:

Calcular bien

Cuando ya el asado arrancó surgen los especialistas que todo lo saben. Y lo dicen en voz alta aunque nadie se los pida. Por eso, para evitar las tensiones y los sabelotodo, te pasamos un tip importantísimo para no quedarse corto con el fuego y las brasas. Un dato que nunca falla  es procurar contar con un kilo de carbón o leña por cada kilo de carne a cocinar. Con este concepto, más allá de algunas variables casi climatológicas, no tendríamos que pasarla mal.

No seamos ansiosos

Es posiblemente el punto más importante. No apuremos el proceso del asado. Cocinar lleva su técnica pero más que nada, lleva sus tiempos. No toquemos todo el tiempo la carne, cambiándola de lugar, acercándola o alejándola del fuego, girándola u otros movimientos. No es una calesita. Tampoco bajemos por demás la parrilla, es muy mala idea.

La parrilla, el asado, es un camino gastronómico que se debe disfrutar tranquilamente, escuchando incluso el relajante sonido del gotear de nuestras carnes sobre las brasas.
Dediquemos al proceso el tiempo que merece.
¡Buen provecho!